Juan Bautista Aguilar y Lara (1848-1885)

Aguilar y Lara perteneció al grupo de médicos renovadores de la Facultad de medicina de Valencia que introdujo lo que llamamos “medicina de laboratorio”. Junto a él es necesario mencionar a Peregrín Casanova (1849-1919), introductor de la morfología basada en el evolucionismo darwinista, y Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). La terapéutica estaba en manos de Amalio Gimeno Cabañas (1850-1936), uno de sus líderes. En patología estaban José Crous Casellas (1846-1887), Julio Magraner Mariñas (1841-1905) y Francisco Moliner Nicolás (1851-1915), seguidores muy tempranos de la mentalidad anatomopatológica, fisiopatológica así como de la bacteriología. De cirugía se hablará más adelante, aunque avanzamos aquí la importancia de Enrique Ferrer Viñerta (1830-1891). Francisco de Paula Campá (1838-1892) y Manuel Candela (1847-1919) se ocupaban de la obstetricia y tocoginecología. Finalmente, Constantino Gómez Reig (1846-1931), también de mentalidad experimentalista, estaba al cargo de la Higiene.

Juan Bautista Aguilar y Lara nació en Carcagente a las 10 de la noche del día 21 de mayo de 1848. Procedente de una familia de tejedores, su padre se llamaba Domingo Aguilar y su madre María Lara. Sus abuelos paternos eran Vicente Aguilar de Llanera y Vicenta Badenes, ambos de Valencia. Los maternos eran Vicente Lara y María Benito, también de Valencia. Fue bautizado el día 22 de mayo de 1848 [1].

Con escasos recursos económicos, tuvo que estudiar en el Seminario de Valencia entre 1858 y 1864. Éstas fueron sus calificaciones:

Latín 1º: Bueno
Doctrina: Bueno
Principios de aritmética; Mediano
Latín 2º: Bueno
Geografía: Mediano
Principios de geometría: Mediano
Latín y griego: Mediano
Historia general: Mediano
Aritmética y álgebra: Mediano
Retórica y poética: Bueno
Griego 2º: Mediano
Geometría y trigonometría: Mediano
Física y química: Mediano
Historia natural: Mediano
Psicología, lógica y ética: Mediano
Francés: Bueno

Realizó el examen de grado en el Instituto de Segunda Enseñanza de Valencia. El primer ejercicio lo realizó el día 23 de septiembre de 1867 con la calificación de aprobado. El segundo, al día siguiente, con la misma calificación. Tenía entonces 20 años [2].

Sin vocación eclesiástica decidió estudiar medicina en la Facultad de Valencia. Estos son los cursos que realizó y las calificaciones obtenidas:

Curso 1866-67
Física experimental: Bueno (convocatoria extraordinaria)
Química general: Bueno (convocatoria extraordinaria)
Anatomía descriptiva: Sobresaliente
Disección 1º: Bueno (convocatoria extraordinaria)

Curso 1867-68
Zoología, botánica y mineralogía: Mediano
Elementos de fisiología: Mediano
Elementos de patología general con su clínica: Mediano
Anatomía patológica: Sobresaliente
Elementos de higiene pública: Sobresaliente
Disección 2º: Sobresaliente

Curso 1868-69
Terapéutica, materia médica y arte de recetar: Aprobado

Patología quirúrgica: Aprobado (convocatoria extraordinaria)
Obstetricia, patología especial de las enfermedades de los niños: Aprobado
Anatomía quirúrgica: Aprobado
Operaciones: Aprobado
Apósitos y vendajes: Aprobado

Curso 1869-70
Patología médica: Aprobado
Clínica médica: Aprobado
Clínica quirúrgica: Aprobado
Clínica de Obstetricia: Aprobado en junio de 1871

Curso 1870-71
Clínica médica 2º: Aprobado
Clínica quirúrgica 2º: Aprobado
Medicina legal y toxicología: Aprobado

Como se observa, una expediente no demasiado brillante, aunque esto nunca condiciona la actividad posterior de un profesional. Realizó el examen de grado de licenciado ante el tribunal compuesto por León Sánchez Quintanar, José Ortolá Gomis y Salvador Herrera. El ejercicio teórico lo llevó a cabo el día 20 de junio de 1871 y el práctico el día 23. Le tocó un enfermo de la sala de heridos. Recibió la calificación de aprobado.

Nada más acabar la licenciatura ejerció como médico en Puçol (Valencia) [3]; lo dice Amalio Gimeno que lo sustituyó [4]. Sin embargo, quería dedicarse a la docencia, por lo que pronto regresó a la capital.

En Valencia sabemos que fue profesor clínico y más tarde auxiliar de cátedra. Se presentó a tres oposiciones. Amalio Gimeno dice que cuando regresó a Valencia de catedrático de terapéutica en el año 1877, Aguilar y Lara ya era profesor clínico por oposición. En Madrid se presentó el 1º de abril de 1878 a los ejercicios para obtener una plaza de catedrático de patología general de la Facultad de Valladolid; no tuvo suerte. El 18 de noviembre de 1879 lo hizo para la cátedra de patología quirúrgica de la Facultad de Medicina de Sevilla con idéntico resultado [5]. En 1881, tras la jubilación de José Ortolá (? - 1881) de la cátedra de fisiología de Valencia en 1880, Aguilar se presentó a la misma. De la ocasión tenemos noticia gracias al testimonio de Ángel Pulido [6] y del propio Aguilar [7].

Estos fracasos, según se señala en algunas necrológicas, afectaron a Juan Bautista. A pesar de su excelente formación, los contrincantes tuvieron mucha facilidad para exponer en público, aspecto que entonces se valoraba mucho más que los conocimientos y experiencia. Peset Cervera decía:

“... este hombre singular, este avaro del tiempo, tuvo una debilidad, su constante manía de ser catedrático de número, como si no fuera sobrado el justo renombre de que gozaba: robando al sueño largas horas se dedicaba constantemente a la meditación y estudio de sus ciencias favoritas y opositaba en Madrid a cátedras luciendo siempre, pero siempre tropezando con las perfidias de los hombres;... [8]”

Ángel Pulido asistió a una de las oposiciones, concretamente a la de la cátedra de fisiología:

“...cuando le vimos mal juzgado por un tribunal que –no quiero ocultarlo– me pareció que en su mayoría había atestiguado con las adocenadas preguntas que colocó en el bombo, –único medio de comprobar los alcances científicos de un tribunal–, que desconocía la asignatura sobre la que iba a juzgar y apreciaba mezquinamente la grandeza de la fisiología; y le vimos obtener un número que, si no la oposición misma, rechazaban los gloriosísimos antecedentes del Sr. Aguilar, no pudimos menos de sentir un grito de indignación en el fondo de nuestra conciencia y exclamar doloridos: ‘Infelices de los que sin otras armas que sus conocimientos y su honradez vienen a sufrir el desdén de esos tribunales, constituidos Dios sabe de qué manera y movilizados Dios sabe por qué influencias” [9].

El propio Aguilar publicó en La Crónica Médica de 20 de diciembre de 1882 una nota que tituló “Historia de unas oposiciones desgraciadas” que reproduce parte de un artículo que apareció en El Imparcial (9 de noviembre). Se convocaron oposiciones a dos cátedras de fisiología para Valencia y Valladolid. Cuatro presidentes fueron nombrados y llegó a haber cuatro renuncias. Se designaron después miembros del tribunal que ninguna relación tenían con la fisiología, sino con la ginecología. Ninguno era ni de Valencia ni de Valladolid, pero sí había cuatro miembros procedentes de Granada, ciudad que aportaba varios concursantes. Sin que se llegara a constituir el tribunal, su presidente excluyó a varios candidatos por haberse retrasado media hora y después dimitió… El asunto siguió y Aguilar proporciona los nombres de los que al final integraron el tribunal: Sandalio Pereda (presidente), Antonio Gómez Torres, José Carabias, Rafael Branchat, Nicolás Escolar, Vicente Cabello Bruller y Federico Gutiérrez Giménez (secretario) que siguieron realizando todo tipo de irregularidades. Incluye Aguilar los escritos de reclamación al ministro de fomento por todos estos acontecimientos solicitando la nulidad de la oposición. Como sabemos, no tuvo ningún éxito.

La actividad de Aguilar era intensa. Estaba al día de los progresos de la medicina. Dominaba el francés, el italiano, el latín y el griego [10]. Traducía obras médicas y de carácter filosófico, escribía artículos para varias revistas, era redactor de La Crónica Médica y participaba en las actividades del Instituto Médico Valenciano.

Fue miembro del Instituto Médico Valenciano y redactor de su Boletín, perteneció también a la sección de ciencias del Ateneo Científico y Literario de Valencia, que llegó a presidir, y a la Sociedad de Amigos del País. En su esquela también consta que fue académico electo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valencia. Sin embargo, su muerte prematura impidió que leyera su discurso de ingreso [11].

Lamentablemente Aguilar y Lara falleció muy joven, a los 38 años de edad, el día 29 de diciembre de 1885, siendo enterrado en el Cementerio general de Valencia el día 1 de enero de 1886 [12].

Como traductor de obras extranjeras destacan el Compendio de fisiología humana (1877) [13] del alemán Ludwig Julius Budge (1811-1888), el Manual de Obstetricia (1877), de Maurice Nielly (1834-1888) o su participación en la versión castellana del conocido Diccionario de medicina de Émile Littré (1801-1881), iniciativa de Amalio Gimeno y que continuó Carreras Sanchis [14]. También tradujo obras no médicas como El materialismo contemporáneo (1877) y El cerebro y el pensamiento (1878) del filósofo francés Paul Janet (1823-1899).

Como obras originales, en 1882 publicó unos Cuadros sinóptico-descriptivos de fisiología humana (1882) que redactó con una intención didáctica. Aguilar demuestra su conocimiento exhaustivo de la obra de Claude Bernard y su confianza en el método experimental como la manera más importante y quizás la única de explicar los fenómenos de la vida. Para él la fisiología estudiaba los “fenómenos de la vida” no la “esencia de la vida”, “inasequible a la humana inteligencia” [15]. De esta forma la investigación experimental era el método más fiable para conocer las funciones de los animales y ser la base de los saberes fisiológicos: “... fundemos el inmenso edificio de la ciencia, que entonces será sólido porque descansará sobre indestructibles bases”.

Cuadros sinóptico-descriptivos de Fisiología humana

 

Su obra más conocida es Lister y Guerin. La Cirugía antiséptica. Historia, principio, manual operatorio y resultados (1882). La introducción de la antisepsia en Valencia se debe en buena medida a Enrique Ferrer Viñerta, maestro de Aguilar. Otro de los pioneros en España fue el también valenciano Salvador Cardenal Fernández (1852-1928) que desarrolló su actividad en Barcelona.

Aguilar proporciona en su libro una visión general de la cirugía que se practicaba en Valencia. Se refiere a unas malas condiciones de salubridad en las salas del Hospital provincial. Aun así destaca que se obtienen buenos resultados en el servicio del Prof. Viñerta en lo relativo a amputaciones, extirpación o incisión de quistes, extirpación de tumores, reducción de fracturas y otras operaciones. Habla también de la modificación que introdujo Viñerta en el procedimiento para amputar los miembros inferiores ideada por su antecesor Romagosa. Hacía un colgajo de periostio para recubrir el hueso que se había seccionado y un colgajo cutáneo para proteger del muñón en el futuro punto de apoyo [17].

Para Aguilar "La cirugía antiséptica tiene por objeto impedir el contacto de los gérmenes atmosféricos sobre toda solución de continuidad, ya con el objeto de determinar la reunión inmediata y definitiva de sus bordes, de disminuir o de suprimir la supuración, o de evitar los temibles accidentes que tan a menudo suelen complicar las heridas” [18].

Según Salvador Lledó [19], Aguilar concedió más crédito al método francés de Guerin que al del inglés Lister, del que acepta casi todos los detalles del mismo. También conocía las teorías de Pasteur y sus ideas sobre el contagio aéreo de las heridas:

“... el cirujano debe ser primero microzoarista. Para curar las heridas antes debe armarse con un microscopio e ir reconociendo los habitantes del aire…”.

Por tanto, el valor del texto de Aguilar es que, aparte de conocer el método de Lister, lo apoya científicamente en la teoría microbiana de Pasteur. En el libro señala que “Nosotros hemos visto ensayar esta cura a los cirujanos de los hospitales de París, y en especial a los del Hôtel-Dieu” [20].

No obstante, al conceder quizás más importancia a los métodos de Guerin que crean una barrera de algodón que protege la herida, sobre los de Lister, Aguilar no cae en la cuenta del gran valor científico que significaba la teoría del inglés.

El libro de Aguilar tiene cinco partes. La primera incluye los cinco primeros capítulos. En la misma aborda aspectos de tipo general, histórico, las bases de la cirugía antiséptica y la bibliografía consultada que se había publicado sobre el tema entre los años 1867 a 1880. La segunda, que incluye los capítulos cuarto al décimocuarto, lleva por título “Parte práctica de la cirugía antiséptica. Método del doctor Guerin”. Describe los vendajes que propugnaba el francés para las diferentes intervenciones quirúrgicas como las amputaciones, heridas, fracturas y quemaduras, entre otras. La parte tercera, titulada “parte práctica de la cirugía antiséptica. Método del Dr. Lister”, ocupa los capítulos decimoquinto a decimooctavo. La información sobre la antisepsia se describe en el capítulo XV y en los restantes habla de nuevo de la hemostasia y también de la anestesia con cloroformo y protóxido de ázoe.

La parte más extensa, la cuarta, la dedica Aguilar a “la cirugía operatoria según el método antiséptico”. Abarca los capítulo decimonoveno al trigésimo séptimo. Describe gran cantidad de intervenciones algunas de las cuales ha practicado y otras no. Esta parte tiene un interés más docente. Llama la atención el caso clínico de un enfermo afectado por “caries vertebral y abcesos en la espalda” que le llevó a París a consultar con los conocidos Raymond y Jules Péan. Es necesario resaltar que este hecho se produjo en 1875. También señala que la técnica ha sido utilizada por él mismo fuera del Hospital, y puesto en práctica igualmente por los profesores Gimeno y Magraner.

“Sucedáneos y modificaciones del método antiséptico” es el título de la quinta parte, que ocupa los capítulos trigésimo octavo a cuadragésimo cuarto. En la misma expone dieciséis casos tratados en las clínicas quirúrgicas de la Facultad.

El libro contiene 5 láminas cromolitografiadas y otros 50 grabados. Una de las láminas representa una amputación de una pierna practicada por Enrique Ferrer Viñerta con el método antiséptico de Lister.

 

Amputación de una pierna practicada por Enrique Ferrer Viñerta (segundo de izquierda a derecha),
con el método de Liter. Grabado de Heliodoro Payá (1882).

Lister publicó “On a new method of treating compound fracture, abcess… with observations on the conditions of suppuration” en The Lancet en marzo de 1867. Ferrer Viñerta, como se ha visto, introdujo el método antiséptico en 1879; así consta en los Cursos de clínica quirúrgica que impartió en los años 1878-79 [21]. No obstante, como bien hace constar Riera [22], Francisco de Paula Campá, catedrático de tocoginecología y pediatría de Valencia desde 1872 y el médico de Aielo de Malferit, lo utilizaron un poco antes. Un artículo publicado por Amalio Gimeno de un caso clínico [23], un enfermo de Burjassot al que se le abrió un abceso profundo de muslo aplicándole una solución hidroalcohólica de ácido fénico, hizo que Enrique Herráez Aguirre, de Aielo de Malferit, escribiera una nota [24] a La Crónica Médica, que incluye un relato patográfico en la que afirma que había utilizado pulverizaciones de ácido fénico en 1877.

Aguilar dejó además sin concluir un libro sobre oncología, del que se publicaron los primeros fascículos.

Aguilar y Lara también publicó en varias revistas, en El Mentor de la salud, en el Boletín del Instituto Médico Valenciano, y La Crónica Médica, entre otras. Formó parte de los fundadores de La Crónica Médica junto con Amalio Gimeno Cabañas, Manuel Candela Pla, y Francisco de Paula Campá Porta. El primer número apareció en 1877. Afirmaban que “contamos con toda clase de elementos. Gabinetes de física, química, disección y microscopía, museos de historia natural, anatomía normal y patológica, clínicas oficiales y libres y un gran número de enfermos de nuestra práctica particular. Todo lo tenemos a nuestra disposición (...) Podemos transmitir a nuestros lectores los resultados de nuestra propia experimentación, y para tenerles al corriente de la ajena, bien sea esta nacional, bien extranjera, estamos en relación con los principales centros médicos de toda Europa y de España particularmente, y poseemos gran acopio de revistas de esos mismos centros que constante y casi diariamente nos facilitan la manera de conocer y estar al tanto de todo lo nuevo que se dice y se publica en los mismos” [25].

En los primeros números no hubo director en sentido estricto sino que figuraba un equipo de redacción compuesto por los fundadores y Francisco Navarro, Peregrín Casanova, Julio Magraner y Francisco Moliner. Posteriormente al fallecimiento de Aguilar y Lara (volumen 11) Francisco de Paula Campá y Amalio Gimeno aparecían como directores de la publicación. A partir del volumen XIII la revista pasó a llamarse La Crónica Médica y el Progreso Ginecológico, esta vez bajo la dirección de Manuel Candela y Francisco Moliner.

A continuación agruparemos por grandes temas los trabajos publicados por Aguilar y Lara en el Boletín del Instituto Médico Valenciano y en La Crónica Médica.

–Tema quirúrgico
En 1874 publicó un trabajo sobre la dificultad de precisar las indicaciones y las contraindicaciones de los anestésicos [26]. En la proposición que presentó al Instituto Médico Valenciano en la Junta del día 7 de noviembre de 1874, agradece en primer lugar ser admitido en la corporación. Después se ocupa del problema de los accidentes que se producían utilizando el cloroformo como anestésico, aunque también se refiere en ocasiones al uso del éter. Revisa las diferentes indicaciones en función de los distintos tipos de intervenciones y divide las contraindicaciones en aquéllas que derivan del orden fisiológico (edad, sexo, constitución, etc.), las que lo hacen del orden patológico, las dependientes de ciertos estados accidentales en los que puede hallarse el sujeto, y las que derivan de la operación misma.

En 1881 publicó otro trabajo sobre un nuevo procedimiento de anestesia quirúrgica [27], y siguió otro sobre el uso del protóxido de ázoe [28] en 1883. Señala que para que un producto sea útil en medicina también tienen que tenerse en cuenta los aspectos económicos. Describe los procedimientos utilizados para fabricar la sustancia. Explica el funcionamiento del aparato de Colton del que dice que no es del todo perfecto, prefiriendo el que se usa en Alemania y América con el que se obtenía un protóxido de ázoe muy puro y se podía conservar en un gasómetro. Para el transporte recomienda que se licue a una presión de 30 atmósferas y se mantenga en recipientes metálicos o botellas metálicas de 200 a 400 litros. Describe la botella de Johnston que dispone de un embudo y un tubo para aplicarlo al paciente. Alaba las características del producto con el que se mantienen los fenómenos de la vida vegetativa pero quedan abolidos los de la vida animal. Se elimina rápidamente y el enfermo se restablece con rapidez.

Sobre la antisepsia aparecieron dos artículos, uno de tipo general [29] y otro en el que describe una serie de puntualizaciones históricas al respecto [30]. Defiende las teorías de Lister frente a sus adversarios. Del mismo parecer se mostraron Amalio Gimeno y Enrique Ferrer Viñerta.

En dos trabajos ofreció una revisión de la actividad quirúrgica desplegada en la clínica del profesor Enrique Ferrer Viñerta [31], su maestro. Al uso del papel de seda dedicó tres artículos en 1880 y 1884 [32], al cautchouc otro en 1877 [33] y a la cura de Guerin para las heridas, uno en 1880 [34]. Recomienda las curas con papel de seda que describió Cortejarena y que había probado con éxito en sus enfermos. Recomienda este procedimiento para pequeñas soluciones de continuidad, grandes soluciones de continuidad pero con escasa supuración, y cuando se persigue una cicatrización inmediata. Lo contraindica en amplias superficies con supuración abundante. Sin embargo, en su libro sobre la antisepsia de 1882, afirma que las curas con papel de seda no pueden sustituir nunca a la antisepsia listeriana [35].

En cuanto al uso del cautchouc, tras ocuparse de la fisiología de la contracción muscular, habla de las ventajas de este producto en forma de tiras, vendas o tubos para las tracciones en la reducción de fracturas recientes, tratamiento de las fracturas antes de que se consoliden los extremos, reducción de las luxaciones, mejora de las anquilosis de las extremidades, y el tratamiento de las retracciones musculares y cicatriciales. También se refiere a la extirpación de pólipos mediante la ligadura por medio de hilos de caoutchouc, la producción de isquemia con la venda de Smarch y la aplicación de vendajes compresivos.

El artículo sobre las curas de Guerin presenta con ilustraciones los vendajes destinados a tratar las heridas de la cabeza, los más adecuados para las heridas graves del tórax y los apósitos para las heridas de las vainas tendinosas.

También se ocupó de varios tratamientos quirúrgicos: de la fisura del ano (1879) [36]; del hidrocele en 1880 [37] y de las fístulas tuberculosas de ano en 1884 [38]. Para la fisura recomienda un tratamiento conservador a base de purgantes con el fin de evitar el estreñimiento, el uso de emolientes y narcóticos para relajar los esfínteres y la aplicación tópica de mixtura de alcohol. Respecto al hidrocele lo considera un signo de otra afección en la que hay un aumento de la presión intravascular y modificaciones del propio líquido sanguíneo. Para su tratamiento recomienda introducir hilos de catgut que se reabsorben en vez de los bordones que utilizaba el reconocido cirujano Argumosa. En cuanto a las fístulas anales en enfermos tuberculosos señala que había que tratarlas y que en nada afectaba al curso de la enfermedad principal.

–Tema fisiológico
Dos fueron los trabajos de tipo fisiológico. Uno en 1878 en el que habla de la fisiología de la circulación [39], y otro en 1883 que se trata de un estudio experimental sobre los nervios vasomotores [40]. El primero reúne comentarios a una memoria que leyó Bouillard en la Academia de París en la que modificaba las teorías entonces vigentes sobre el funcionamiento del corazón. Según éste, la bomba cardíaca comienza a funcionar por el sístole ventricular, que comprime la sangre y al encontrar cerradas las válvulas auriculoventriculares, la expulsa a las arterias. En la diástole ventricular el corazón aspira la sangre y, al estar cerradas las válvulas ventriculoarteriales, la toman de las aurículas ayudadas por el sístole auricular. Aguilar resume los cuatro tiempos: sístole ventricular y diástole auricular, reposo corto, diástole ventricular y sístole auricular, y reposo prolongado o propiamente dicho.

Respecto a los nervios vasomotores dice Aguilar que Claude Bernard inauguró su estudio fisiológico con experimentos que ya son clásicos: extirpación del ganglio cervical superior del gran simpático o la sección de este nervio en el cuello. Sobrevienen entonces fenómenos de dilatación vascular como la rubicundez de la cara y oreja del animal en el lado correspondiente a la sección, hipertermia, hemorragia sanguínea abundante en la sección de la parte, hiperestesia, etc., fenómenos que desaparecen, presentándose los opuestos, cuando se excita el ganglio o la extremidad periférica del nervio dividido. Se refiere también a los trabajos de Brown-Sequard, Waller, Vulpian, Dastres, Morat, etc. algunos de los cuales se publicaron en los Archives de Physiologie normale et pathologique.

Se puede incluir aquí el resumen y comentarios elaborados por Aguilar de unas conferencias que Amalio Gimeno impartió con el título “Fisiología del pensamiento”. El cerebro es el verdadero y único órgano de la inteligencia. La célula es la protagonista y entre sus propiedades señala la impresionabilidad sensitiva, la retentividad, la intermitencia y el automatismo. Los fenómenos psíquicos se manifiestan con fenómenos físicos y químicos aunque algo desconocido –dice–, los regula.

–Tema farmacológico
Aparte de los anestésicos a los que ya nos hemos referidos, Aguilar y Lara se ocupó en un trabajo de la digital [41]. Tras hablar de sus diferentes formas farmacéuticas, se refiere a su efecto acumulativo, lo que hace necesario tener mucho cuidado en su administración y dosis. Dice que tiene una acción diurética en las hidropesías de origen cardíaco, efectos beneficiosos sobre el aparato circulatorio, enlentece el pulso y mejora la contractibilidad del corazón. La recomienda para las enfermedades cardíacas como febrífugo y como diurético en las hidropesías por cardiopatía.

Sobre la kairina, derivado de la quinoleína consistente en una combinación del ácido clorhídrico con la hidrometilquinoleía, publicó tres artículos aunque algunas partes son repetición [42]. Se trata de un polvo cristalino, amargo e inodoro que se disuelve fácilmente en agua. Baja la fiebre o temperatura uno o dos grados aunque hay que repetir dosis porque su efecto termina en dos o tres horas ya que se elimina de forma rápida por la orina. Frente a otros productos contra la fiebre, señala Aguilar que no tiene efectos secundarios, se tolera bien y apenas tiene toxicidad.

–Sobre enfermedades infecciosas
Incluimos aquí sus estudios sobre la sífilis, un total de tres, en los que aborda su evolución, su terapéutica y también sobre la leontiasis [43]. Antepone en este caso los datos anatomopatológicos de los alemanes frente a la clínica de los franceses. Para Aguilar la sífilis es una unidad y puede ser latente o potencial y activa. Habla de cinco periodos: invasión, chancro y adenitis poliganglionares; incremento, lesiones en piel y mucosas; estado, lesiones en distintos aparatos (digestivo, locomotor, circulatorio, etc); declinación. De las características del enfermo y de las del “virus” dependen las formas de sífilis. Describe los periodos primario y secundario minuciosamente y el agravamiento progresivo de la enfermedad. También se refiere al diagnóstico, el momento de la enfermedad en que éste se realiza, el pronóstico y la terapéutica. En otro trabajo habla más de los tratamientos donde recomienda ganarse la confianza del enfermos para una terapéutica que será larga, molesta y tediosa.

Aguilar y Lara participó activamente, antes de morir, en la campaña de vacunación con la vacuna Ferrán durante la epidemia de cólera de 1885 en Valencia. Sobre esta enfermedad publicó dos trabajos en 1882 y 1883 [44]. Habla de la epidemia colérica en Filipinas, países del canal de Suez y del mar Muerto. Más tarde siguió escribiendo de la extensión de la epidemia a otros lugares como Port Said, Isla de Malta y la ciudad de Amberes.

–Sobre oncología
Publicó cuatro trabajos que pueden incluirse en esta categoría. En 1880 uno sobre la etiología del cáncer [45] y en 1881 otro sobre las doctrinas contemporáneas en oncología [46]. Desarrolla la historia de la teoría celular concediendo más importancia a la escuela francesa en el estudio de las células vegetales. Habla después de las contribuciones de Schwann y de Remak. Dice que fue Lebert quien dividió los tumores en dos tipos: homeomorfos o benignos y heteromorfos o malignos. Muestra su acuerdo con las teorías de Virchow y Müller para los que existen más que la homeoplasia y heteroplasia dependiendo de que los elementos que forman el tumor sean análogos o diferentes del órgano donde asientan. No está de acuerdo con la idea de Virchow de que el origen de las neoplasias es el tejido conjuntivo. Según Lara, hay también tumores que proceden del tejido epitelial, óseo, etc. De todas formas manifiesta que en este campo queda mucho por investigar.

En 1881 apareció otro trabajo de Aguilar sobre la gravedad de los tumores [47]. Según él, la clínica carece de criterios para indicar la benignidad o malignidad. En el pronóstico influyen las cartacterísticas histológicas del tumor, las relaciones anatómicas del mismo, su volumen o tamaño, la topografía o localización, y la edad del tumor. Finalmente podemos incluir aquí un trabajo sobre el histerismo y el cáncer [48].

Para terminar esta revisión de los trabajos de Aguilar publicados en revistas, podemos mencionar los de carácter histórico: una necrología sobre José Aguilar y Calpe (médico de Godelleta, posteriormente profesor clínico de la Facultad de Valencia y después catedrático de patología médica en Zaragoza) [49]; el discurso sobre el cirujano valenciano del siglo XVI, Juan Calvo, que pronunció en el Instituto Médico Valenciano [50]. Un trabajo dedicado al conocido José Monserrat y Riutort [51] y otro al doctor Esquerdo [52].

Una obra extensa considerando la edad a la Aguilar y Lara falleció. Pero, ¿Cómo era Aguilar y Lara? No poseemos imágenes pero Pulido lo describió así “más bien bajo que alto, seco de carnes, pálido de color, de barba negra y mirada enérgica, acusa su rostro, abatido por las vigilias y las faenas, una de esas vidas entregadas en absoluto a las grandes especulaciones de la ciencia, a la escritura, a la explicación, a la visita, a trabajar en todos los campos que reclaman el laboreo del médico” [53].

Su hermano Pascual Aguilar se estableció como librero en la calle Caballeros. Publicó mucho gracias a que supo mantener buenas relaciones con los sectores ideológicos del liberalismo de la ciudad. La edición de obras médicas supuso también un gran soporte para el negocio. De gran éxito fue la "Biblioteca selecta" que incluyó volúmenes de unas doscientas páginas a una precio asequible y que gozó de una excelente distribución tanto por el país como por ultramar.

José L. Fresquet Febrer. Universitat de València, abril 2019.

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–Pulido Fernánez, A. (1883). De la medicina y los médicos. Valencia, Librería de Pascual Aguilar.

–Riera Palmero, J. (1969). La doctrina antiséptica en la cirugía valenciana del siglo XIX. En: Actas del

III Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Valencia, vol. 2, pp. 495-502

–Sanchis Aldás, C. (1990). La medicina valenciana a través de ‘La Crónica Médica’ (1877-1894). 3 vols., Valencia, Tesis.

Notas

[1]. Aguilar y Lara, Juan Bautista. Partida de nacimiento. Ex 254/48 Archivo de la Universitat de València
[2]. Aguilar y Lara, Juan Bautista. Expediente de grado. Ex 254/48, Archivo de la Universitat de València
[3]. La necrológica de Cantó Blasco, sin embargo, dice que fue médico de El Puig (Valencia)
[4]. Gimeno Cabañas, A. (1886)
[5]. En su expediente universitario Ex 254/48 sólo se conservan las peticiones de permiso al rector para presentarse a los ejercicios de las cátedras de Valladolid y de Sevilla.
[6]. Pulido Fernández, Á. (1883), p. 230
[7]. Aguilar y Lara, J. (1882e)
[8]. Peset Cervera, V. (1885)
[9]. Pulido Fernández, Á. (1883), p. 230
[10]. Cantó Blasco, J. (1885)
[11]. Peset Cervera, V. (1885)
[12]. Registro general del Cementerio general de Valencia, sección tercera izquierda pórtico, número 2110, tramada 3. Debe haber algún error en el año del enterramiento ya que consta 1885 y debería figurar 1886.
[13]. Reeditada en 1880
[14]. Gimeno Cabañas, A. (1886).
[15]. Aguilar y Lara, J.B. (1882), p. VI
[16]. Aguilar y Lara, J:B: (1882), p. VI
[17]. Lledó Matoses, S. (2002), p. 115[18]. Chassaignac, P.M.E. (1853), p. 346
[18]. Aguilar y Lara, J.B. (1882), p. 13
[19]. Lledó Matoses, S. (1969) y (2002)
[20]. Aguilar y Lara, J.B. (1882), p. 26
[21]. Ferrer Viñerta, E. (1879)
[22]. Riera Palmero, J. (1969), p. 496
[23]. Gimeno Cabañas, A. (1879). Véase Fresquet Febrer, J.,L. (2010), p. 177
[24]. Herráez Aguirre, E. (1879)
[25]. La Crónica Médica, 1877, vol. 1, pp. 1-4
[26]. Aguilar y Lara, J.B. (1874)
[27]. Aguilar y Lara, J.B. (1881g). En realidad se
reproduce la propuesta de Aguilar del uso de protóxido de ázoe y la discusión que a continuación generó entre los colegas que asistieron
[28]. Aguilar y Lara, J.B. (1883a)
[29]. Aguilar y Lara, J.B. (1878a)
[30]. Aguilar y Lara, J.B. (1881d)
[31]. Aguilar y Lara, J.B. (1877b) y (1878c)
[32]. Aguilar y Lara, J.B. (1880b), (1884c) y (1884d)
[33]. Aguilar y Lara, J.B. (1877a)
[34]. Aguilar y Lara, J.B. (1880c)
[35]. Aguilar y Lara, J.B. (1882)
[36]. Aguilar y Lara, J.B. (1879d)
[37]. Aguilar y Lara, J.B. (1880d)
[38]. Aguilar y Lara, J.B. (1884a)
[39]. Aguilar y Lara, J.B. (1878b)
[40]. Aguilar y Lara, J.B. (1883e)
[41]. Aguilar y Lara, J.B. (1879c)
[42]. Aguilar y Lara, J.B. (1883c), (1883f) y (1883g)
[43]. Aguilar y Lara, J.B. (1881e), (1882c) y (1883d)
[44]. Aguilar y Lara, J.B. (1882d) y (1883b)