Diego Argumosa y Obregón (1792-1865)
La cirugía se vio favorecida en España por la reforma ilustrada. La creación de los colegios de cirugía abrió una etapa completamente nueva en la preparación profesional de los cirujanos y, como consecuencia, en su posición social. La duplicidad de dos profesiones trajo problemas y trató de solucionarse, sin éxito, en varias ocasiones. Se intentó en 1799 y en 1827 con la creación de los colegios de medicina y cirugía por parte de Pedro Castelló y Ginestá. Sin embargo, junto a estos todavía siguieron las facultades enseñando la medicina interna o “pura”. La unificación sólo tuvo éxito en la segunda mitad del siglo XIX.
En el triste panorama que ofrecía España en el primer tercio del siglo XIX, comenzó a destacar una figura comparable a la de los grandes cirujanos de Francia o de Inglaterra. Nos referimos a Diego de Argumosa y Obregón. Nació el 7 de julio de 1792 en Puente de San Miguel, Santander. Su padre era cirujano. Realizó sus primeros estudios en la escuela del pueblo y el bachillerato en el Colegio de los Padres Escolapios de Villacarriedo.
Durante la guerra de la independencia estuvo atendiendo a soldados como practicante de la Sección Militar del Hospital de San Rafael, de Santander. Formó parte del Batallón Tercero de Tiradores de Cantabria. De esta etapa le quedó una lesión en el pie que le acompañaría el resto de su vida.
Tras la guerra, en 1814, obtuvo el título de bachiller en Alcalá de Henares. Ingresó después en el Colegio de San Carlos, de Madrid, licenciándose en cirugía médica. En 1820 obtuvo el título de doctor.
Argumosa estuvo dos años como profesor interino en el Colegio de Cirugía médica de la ciudad de Burgos. De regreso en Madrid consiguió una plaza de profesor de disección, puesto que ocupó hasta 1929. Ese año ganó la cátedra de “afectos externos y operaciones” del Colegio de San Carlos de Madrid.
Argumosa se convirtió pronto en el cirujano de más prestigio del país. Podríamos compararlo, como hemos dicho, con cualquier gran figura quirúrgica europea de la época. Algunos lo han hecho con las de Dupuytren y Cooper. Tuvo destacados discípulos, entre los que podemos mencionar a Juan Creus Manso, maestro a su vez de la importantes escuela quirúrgica que encabezó José Ribera Sans.
Argumosa tenía un profundo conocimiento de la anatomía topográfica. Sus supuestos fueron los de la patología anatomoclínica de la escuela de París. Estuvo abierto a las novedades. Fue el primero que utilizó en España la anestesia por inhalación. Sólo tres meses después de que los americanos William T.G. Morton y John C. Warren aplicaran este procedimiento en Boston, él ya contaba con cuatro casos de pacientes operados con anestesia de éter sulfúrico. El 28 de enero de 1847 Argumosa daba noticia en el semanario médico La Facultad de sus tres primeros casos en los que ensayó el éter sulfúrico para “adormecer” a los que habían de ser operados. Unos días después, a principios de febrero, publicó en La Gaceta Médica una exposición más amplia referida a cuatro casos (un abceso parotídeo, un abceso en la parte anterolateral izquierda del tórax; una enartrosis en la parte media del húmero izquierdo, y una oftalmía crónica) que había intervenido con anestesia etérea. Para la administración del anestésico utilizó una vejiga de vaca que contenía una onza de éter unida a la boca del enfermo mediante una cánula metálica. Al paciente se le hacía respirar por la boca y para ello se le taponaban los orificios nasales con algodón. Argumosa no tardó en mejorar este aparato tan simple, de lo que dio noticia en el mes de abril también en La Gaceta: “Nuevo aparato para la inhalación etérea inventado por el Sr. Argumosa”. Más tarde probó la anestesia con cloroformo.
Por otro lado, Argumosa fue un gran renovador de la técnica quirúrgica. Aportó novedades importantes que fueron como “la marca” de una larga tradición operatoria en España que se prolongó durante varias décadas. Ideó métodos de blefaroplastia para tratar la pérdida total de la mitad externa de ambos párpados o el cáncer de párpado inferior. Practicó una técnica de queiloplastia para tratar los cánceres labiales. Introdujo asimismo numerosas mejoras en las rinoplastias.
Argumosa inventó un tipo de sutura que se llamó “hilvanada”, que usó en los aneurismas, así como un método de ligadura subcutánea de las venas en el varicocele mediante su conocido nudo de pescador, que permitía una constricción graduada y progresiva. También fue uno de los primeros que preconizó la fleborrafia. Hizo algunas contribuciones al tema de las desarticulaciones, aunque fueron sus discípulos los que se encargarían de desarrollaron este campo. Igual de destacables fueron sus contribuciones en el terreno de la urología.
Diego Argumosa escribió varios trabajos. Especial interés tienen los que publicó desde 1834 en el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia y los relativos a la anestesia, que ya hemos comentado. Su obra cumbre fue Resumen de Cirugía (1856). Se trata de una excelente síntesis que realizó durante su retiro en Torrelavega, que se basa en su experiencia. Consta de dos volúmenes y de un atlas. Está ordenado de acuerdo con los tipos de maniobras quirúrgicas. Veamos:
Clase 1: Reuniones
Orden 1: Aproximaciones
Orden 2: Compresiones
Orden 3: Reducciones
Orden 4: Reorganizaciones
Clase 2: Divisiones
Orden 1: Punciones
Orden 2: Incisiones
Orden 3: Escisiones
Orden 4: Extirpaciones
Orden 5: Amputaciones
Orden 6: Ostrosecciones
Orden 7: Constricciones
Orden 8: Distensiones
Orden 9: Avulsiones
Orden 10: Desorganizaciones
Clase 3: Extracciones
Orden 1: Extracciones de seres orgánicos
Orden 2: Extracciones de seres inorgánicos
Clase 4: Adiciones
Orden 1: Adiciones preservadoras de enfermedades
Orden 2: Adiciones auxiliadoras de funciones
La obra está dedicada a sus discípulos. Argumosa les dice:
«Ha llegado por fin el cumplimiento de mi palabra. Os la dí en repetidas ocasiones, y era para mí una obligación sagrada; os ofrecí esta obra y se halla ya a vuestra disposición. No llegará, de seguro, a vuestra justa expectativa; pero, pobre tal cual es, a vosotros la dedico.
De la doctrina no debo decir nada: júzguenla los competentes. De su plan, sólo diré que en la necesidad de adoptar uno que fuera metódico, y no hallando modelos que admitir, era preciso crearle de nuevo.
Al escribir un libro de Cirugía, era necesario no englobar en él, como por rutina se ha hecho siempre, la Patología especial externa, pues son muy diferentes estas dos partes por más íntima relación que tengan entre sí, como todas las demás que constituyen la Medicina. La Cirugía puede y debe ocupar tienda propia en el campo de la Medicina, al lado y en unión con las demás partes de ésta, para que al pronunciar la Patología especial, interna o externa, la indicación terapéutica, salga la Cirugía a satisfacer la que le compete. Ni ella ni las demás le bastan por sí solas al paciente; pero si el concurso mútuo es indispensable en los momentos de acción, pasada ésta, cada una dispone y ordena sus elementos por separado.
Por esto, aunque entró en mi intención siempre escribir sobre lo que constituyó mi antigua asignatura, me decidí a hacerlo por separado: a escribir, como ya lo anuncié en otro tiempo, un Resumen de Patología especial externa y un Resumen de Cirugía, dando a éste el primer lugar porque se hacía sentir su falta más que la del otro.
Tal vez debí haberlo hecho mucho antes; pero cada nuevo caso práctico que ocurría me hacía ver la necesidad de estudiar más, y a decir verdad, ni aun hoy me resolvería a publicar esta obra, a no mediar tal compromiso y a no ser ya tantos mis años.
Admitidla propicios y servirá siquiera para probar, como lo observo con placer, que comienzas mis discípulos a lo menos por donde acaba su Catedrático.
Esplendor y renombre os debe ya la Cirugía patria. Vosotros la coronaréis de gloria».
Argumosa llegó a reunir una destacada clientela y participó en la planificación de reformas de tipo profesional y asistencial. También se implicó en tareas sanitarias como la lucha contra la primera epidemia colérica (1834). Intervino como liberal en la política; fue segundo alcalde de Madrid y diputado de su provincia (1836-37). En esta etapa en la que las colonias se independizaban, Argumosa donó 2000 reales para armar, equipar y vestir a la tropa española.
En 1835 participó en la curación de las famosas llagas de Sor Patrocinio. Le curó los estigmas y por ello fue muy criticado. Se trata de María Rafaela Quiroga o sor María de los Dolores y Patrocinio, conocida como la “monja de las llagas”. Nació en Pinar de San Clemente de la Mancha (Cuenca) el año 1811. Profesó en la Orden de San Francisco. Según se dice, a finales de los años veinte del siglo XIX comenzó a sufrir estigmas. Concepcionista en el convento del Caballero de Gracia (Madrid), fue acusada de beneficiar al partido carlista, por lo que se le siguió causa criminal como impostora (1836) y fue condenada por la Audiencia a destierro, que cumplió en Talavera de la Reina. Con la mayoría de edad de Isabel II, sor Patrocinio fue indultada en 1844 y pudo regresar a Madrid al convento de La Latina. Se trasladó después al Convento Jesús Nazareno. Allí, en el locutorio, sufrió un atentado, del que salió ilesa. En 1849 fue desterrada por Narváez, aunque la indultó al poco tiempo. Esta situación se repitió varias veces y llegó a estar en el extranjero y en varios lugares de España fundando y refundando conventos. Regresó por decisión de Alfonso XII. Murió en Madrid el 27 de enero de 1891. No es difícil comprender, aun hoy, que Argumosa fuera criticado por un sector de la población española por sanar las heridas de la monja.
Unos años más tarde Argumosa tuvo nuevos enfrentamientos. El motivo fue que un antiguo discípulo suyo, José Alarcón Salcedo, le publicó sin consultárselo los apuntes de sus lecciones con el título Manual de afectos externos (1842), que estaba repleto de errores. Ante la protesta de Argumosa, éste escribió un panfleto en el que lo atacó de forma despiadada. Poco tiempo después Argumosa mantuvo una fuerte polémica con su compañero de claustro Joaquín Hysern (1804-1883), cultivador de la fisiología experimental y gran cirujano plástico, por la prioridad de un método de queiloplastia y por temas de homeopatía. Véase, por ejemplo, “La filosofía médica militante: escaramuza repulsiva contra una salida impetuosa del Sr. Hisern”. El carácter se le fue agriando y más tarde llegó a chocar con los catedráticos José María López y Manuel Soler. En 1850 publicó en el diario La Unión algunos artículos en los que llamó “prevaricadores universitarios” a algunos compañeros de claustro. Ciertos profesores se querellaron contra él, siendo absuelto por calumnias y condenado por injurias a veinticuatro meses de destierro, multa de 100 duros, y suspensión de cargo y derechos políticos durante la condena. Tuvo también problemas con los estudiantes, quienes un día se amotinaron y lo siguieron hasta su casa. Finalmente renunció a la cátedra en 1853. Se retiró a Torrelavega, donde se aisló hasta su muerte.
Diego Argumosa fue miembro de la Real Academia de Medicina desde 1831. Fue distinguido con la Condecoración de Fernando VII (1844), y nombrado Comendador de la Real Orden de Carlos III (1852). Perteneció a buena parte de las academias nacionales y mereció el reconocimiento de instituciones extranjeras como las academias de México, Atenas, París y Munich.
Argumosa tampoco tuvo suerte con la familia. Se casó con una hija del escultor Juan Adán Morlán, célebre en el Madrid de la época. Tuvieron dos hijas y un hijo, pero murieron antes que él, igual que su mujer. Argumosa falleció en su pueblo natal en 1865 a los setenta y dos años de edad.
Una de las láminas que acompañan al Resumen de cirugía (1856), de Diego Argumosa (Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia López Piñero —Universitat de València-CSIC). Leyenda:
1. Sierra de cresta de gallo para regiones prominentes
2. Sierra de Heine con cadena dentada para regiones profundas
3. Sierra de Charriere para regiones profundas
4. Sierra de M.Martin con su mango
5. Sierra de cadena de Aitken
6. Aguja reducida a la mitad de su largo para franquear paso a la cadena después de prendido el gancho de ésta en el ojo de aquélla.
7. mango (mutilado) de la Sierra de tres potencias con espigones a,a, cilíndricos y b con cuello y cabeza.
8. Escuadra auxiliar que después de haber perforado con su pirámide a, se fija en él con el tirafondo b para que sujeto el hueso ceda a la sierra, y con su hendidura desde el agujero circular c hasta abajo.
9. Sierra de tres potencias con agujero central para recibir el espigón de cuello, y otros tres 1ª, 2ª y 3ª, iguales y equidistantes para recibir a su vez los otros dos espigones.
José L. Fresquet. Profesor titular. Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia (Universidad de Valencia - CSIC). Enero de 2009.
Bibliografía
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